No te descubrimos nada si te decimos que el regreso es, probablemente, lo mejor y lo peor de un gran viaje. Es el momento de los reencuentros con la gente que quieres, de comer lo que has echado de menos, de cambiar la maleta por un armario, de recuperar la comodidad de lo conocido… todo ello sensacional, sí, pero a la vez también representa el fin de la aventura, de ser dueño de tu tiempo y tus pasos, de vivir nuevas experiencias a diario y toca readaptarse a las normas, los convencionalismos y la manera de funcionar de tu entorno.
Lo normal es pasar primero por un periodo de euforia por estar de vuelta y, tras un doble mortal con tirabuzón, caer en un bajón por el mismo motivo: por estar de vuelta. Es normal también sentirse extraño en un entorno que antes era el tuyo: para ti el mundo ha seguido girando, has acumulado experiencias, aprendizajes, habilidades, vivencias… y parece que en tu viejo mundo todo se ha parado. A pesar de todo, no hay que desesperar y temer el regreso. Hay trucos para hacer más llevadera la vuelta y hoy vamos a hablar de uno de ellos.
¿Cómo hacer que el regreso después de un gran viaje no sea tan difícil?
El “luto” por el viaje hay que pasarlo, no queda más remedio, es parte del proceso. Pero una vez que ya has superado el duelo hay que avanzar, reincorporarse a la nueva (¿o era la antigua?) vida y mirar al frente.
Dedicamos esta entrada en el blog a una manera de lograr que el regreso sea más llevadero: no dejar de viajar o, más bien, de explorar. Ya, ya sé que pensarás que aunque te gustaría no puedes seguir viajando ¡si acabas de volver! No hablamos de eso: lo que decimos que que no hay que perder el espíritu aventurero y las ganas de descubrir el mundo, de aprovechar la curiosidad y el hambre de explorar que seguro que tu gran viaje ha despertado en ti para redescubrir tu propio entorno. Hablamos de viajar por tu propia ciudad y sorprenderte con ella.
Y eso de viajar por tu ciudad ¿cómo se hace?
Aunque no hace falta irse lejos para darte cuenta de que miras tu barrio con nuevos ojos, observando lugares conocidos como si fuera la primera vez, te sugerimos que cojas el metro, el autobús o la bicicleta y te vayas a un barrio o zona que no conozcas. Hazlo: ve a pasear por él y descubre rincones que no conocías, fíjate en la arquitectura de lo que te rodea, toma fotografías de los mercados, las plazas o la gente como hacías durante el viaje…
Nosotros hace tiempo que regresamos de nuestro viaje de un año por África y confesamos que a veces nos dan unas ganas locas de volver a agarrar la mochila y dejarlo todo. Hasta que podamos viajar de nuevo, para aplacar estos ataques, nos vamos a pasear por lugares desconocidos de la ciudad.
No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuenta cuánto has cambiado tú. (Nelson Mandela)
La semana pasada, sin ir más lejos, hicimos una excursión por Usera, un barrio de Madrid, ciudad en la que vivimos. La fisonomía del barrio era diferente a la de las calles por las que habitualmente nos movemos: casas bajas, calles estrechas y sin apenas árboles… Y no solo eso, la mayor parte de los negocios y gente con la que nos cruzamos eran chinos. De repente, a nuestro alrededor, nos dimos cuenta de que los nombres de las tiendas, las fachadas de los restaurantes, los carteles de los dentistas y las agencias de viaje, estaban en chino (bueno, y en castellano también, si no ¿cómo íbamos a saber que aquello era un dentista?). Era (casi) como estar en otra ciudad, en otro país y, por un instante, nos sentíamos como si estuviésemos viajando.
Un poco al azar, elegimos un restaurante (chino, claro) y entramos. Éramos los únicos «extranjeros» y casi se hizo el silencio cuando nos vieron: los palillos quedaron suspendidos en el aire y podíamos sentir las miradas clavadas en
nosotros. Una mujer muy seria nos dio una carta que, adivina, estaba escrita solo en chino. Aquello era como viajar, como estar en un país donde no entendíamos nada. ¡Era perfecto! Sintiéndonos unos aventureros ante este desafío, nos levantamos a ver qué comía la gente y pedimos varios platos señalando los que creíamos que nos iban a gustar. Por increíble que parezca, la comunicación en nuestra propia ciudad no resultaba nada fácil…
Regresamos a casa satisfechos, no solo por la comida sino por la sensación de que haber explorado lugares desconocidos, de haber superado las dificultades de comprensión, por haber estado en contacto con otra cultura, otra lengua, otra gastronomía… en definitiva, por haber estado de viaje nuevamente, aunque fuera ficticio y solo hubiese durado unas horas.
Por eso, cuando te ha picado el gusanillo del viaje y el cuerpo te pide más, una manera de calmar la sed viajera es salir a buscar monumentos, barrios desconocidos, rincones nuevos…Y es que experimentar tu ciudad de otra manera es parecido a la metadona: no es lo mismo que la «sustancia» a la que somos adictos (los viajes, claro), pero quita un poco el mono.
Nota: la imagen es de Shutterstock y está bajo licencia Creative Commons.
El momento más temido por todo viajero, volver a casa y ver que todo ha terminado. Lo mejor es directamente pensar en el próximo destino y disfrutar con los recuerdos que se traen del viaje, ya sean fotos, vídeos o las tontadas de turno que compremos 😀
Qué buena anécdota la del restaurante! Ya me imagino los dos disfrutando cómo «enanos» mientras fisgabais lo que comían los demás!! Y ellos alucinando seguro!!!
Un abrazo!
Si ya es duro volver de un viaje «corto» (dos o tres semanas) qué no será volver de uno de meses… Si te paras a pensarlo es casi un motivo para no hacer ese gran viaje 😮 pero, siempre es mejor pasarlo mal por haberlo hecho que por no haberse lanzado 🙂
Estamos tan acostumbrados a pasar siempre por los mismos sitios que no nos damos cuenta de que, dos calles más atrás, comienza un viaje para el que no hace falta coger un avión 😉
Los regresos de los viajes siempre son duros, pero si por donde has ido, lo que has conocido, lo que has hecho, lo que has disfrutado ha sido todo positivo siempre puedes volver.
Buen consejo! no había pensado en ello y ten por seguro que lo voy a aplicar.
Gracias!!
[…] El regreso, ¡ah el regreso…! En realidad sobre la dura vuelta a la realidad no hablamos en la charla pero sí lo hicimos en una entrada de este blog. […]
[…] El regreso de su gran viaje no fue fácil, a pesar de los consejos que tenían. “Al principio fue muy raro” admiten, “aunque tienes la novedad de volver a tu sitio”. “Desde un principio ya sabía que iba a ser la parte más difícil”. Con todo, repetirían el gran viaje. Ni lo dudan. Ambos expresan un “sí” rotundo a la pregunta ¿Volveríais a hacer un gran viaje?”. “Desde que hemos vuelto hemos hecho algunos pequeños viajes, intentamos no estar parados” admiten, entre otras cosas, porque cada vez más destinos les invitan a visitarlos y participar en su promoción turística. […]