Tanzania, Kenia y Uganda no son ningún paraíso culinario, oh, sorpresa. Aunque he de decir que algunos tentempiés callejeros me han llamado la atención por diferentes motivos.
Por ejemplo, en Tanzania se consume mucho «nuestra» típica tortilla de patatas. No es exactamente igual, las patatas se cortan en bastones, nunca lleva cebolla y la dejan más seca que Almería, pero en esencia es lo mismo. A este plato lo llaman «chipsy mayai», literalmente «patatas fritas huevos». Todo muy básico.
En Kenia, un plato callejero que resulta original es el «mkate mayai» («pan huevos»). Se trata de una crepe muy fina que envuelve una mezcla de carne picada y huevo aderezada con especias. El resultado es una especie de galleta cuadrada, densa y tirando a seca, muy sabrosa. Alternar un mkate mayai con los omnipresentes pinchos de carne muchas veces es un alivio, aunque solo lo hemos encontrado en la costa.
Pero en realidad, de lo que quería hablar es de algo que hemos descubierto en Uganda y que me ha encantado. Quizá os parezca una guarrería, pero no diríais lo mismo si lo probaseis. Ellos lo llaman «senene», para mí son saltamontes salteados. Son crujientes y muy sabrosos. Cuando los probé por primera vez pensé que llevaban especias, pero no, todo el sabor proviene del propio animal. Os doy la receta por si los queréis hacer en casa.
Receta de saltamontes salteados
Lo primero es conseguir los saltamontes. Si quieres hacerlo de modo artesanal, basta con remover un arbusto, seguro que salen docenas de ellos. No son muy rápidos ni muy listos, seguro que te puedes hacer con unos cuantos en poco tiempo. Eso sí, esto solo funciona en temporada, que es muy corta: dos o tres semanas entre noviembre y diciembre.
Si no te apetece cogerlos, los puedes comprar. En las afueras de las ciudades instalan una especie de contenedores hechos con planchas metálicas, con una hoguera en el interior e iluminados con una luz muy potente. Los saltamontes se acercan atraídos por la luz y caen en el contenedor atontados por el humo de la hoguera.
Ahora que ya tienes los saltamontes, hay que quitarles las patas y las alas. Para ello, se agarra el cuerpo con firmeza y se tira de las patas primero y de las alas después. Las antenas se dejan.
Solo queda echarlos a la sartén. No hay que añadir aceite, basta con la propia grasa del animal. Se espolvorean con un poco de sal y se fríen hasta que pierdan su brillante color verde y todo el líquido. Cuando estén completamente secos, ya están listos. Crujientes, sabrosos y llenos de proteínas. Merece la pena probarlos. Palabrita.
Y si no te animas a hacerlos, los puedes comprar hechos. El vasito pequeño de la foto, el que está agarrando el vendedor, cuesta 1.000 chelines (unos 0,30 euros). El otro cuesta 2.000 chelines.
Nyami!! Jo ho vull tastar!! Deu fer una mica de fàstic al principi, però si dius que està tan bo després… se’t deu passar el fàstic en un moment, com amb els cargols!
Júlia, seguro que te gustarían ¡están riquísimos! Pueden dar un poco de asco si piensas que son insectos, pero no son más feos que una gamba.
Interesante viaje y lleno de anecdotas curiosas, gracias por compartirlo.