Nos ha costado casi 5 meses, pero las cuatro máscaras que nos trajimos de África (más bien, que tuvimos la suerte de que llegaran a Madrid vía paquete postal o mensajería familiar -gracias Charo, Ainhoa, Javier), ya cuelgan en la pared de nuestro salón.
Como no podía ser de otra manera, detrás de cada una hay una pequeña historia:
Nuestra primera adquisición fue en Camerún, involuntariamente. No sabíamos todavía si nos quieríamos comprar una máscara (¿qué hacer con ella? ¿cargarla en la mochila? ni locos… ¿enviarla por correo? qué riesgo…) Al final, como tantas veces, el precio fue el culpable: el que le dijimos al vendedor (por aquel entonces ya éramos sus hermanos y poco menos que íntimos) fue tan bajo respecto al que nos intentaba colar que cuando aceptó, no nos quedó otra que aceptar. Por suerte nos gustaba así que salimos encantados y sorprendidos con nuestra máscara de apenas 8 euros.
La siguiente máscara la compramos en el mismo lugar: el pueblo de Foumban. Como ya teníamos una y seguramente la enviaríamos por correo, estaría bien aprovechar el envío… A esas alturas, aún no estábamos cansados de que todos los comisionistas de todas las tiendas que había junto al museo nos acosaran para entrar en la suya (o, bueno, en la del vendedor del que se llevarían una comisión). Debió de ser la sexta tienda o así, en ese momento en el que ya te empiezan a parecer todas las máscaras iguales… hasta que la vimos. Sencilla, colorida y ligera. Perfecto. La podríamos enviar fácilmente y tras varios amagos de pirarnos la sacamos a buen precio, algo como 12 euritos. Ya teníamos la parejita, pero mientras tanto, Pablo estaba pensando en un trío…
Y así entro en juego el toro, la más dificil de la tanda. Nos gustaba una de tamaño grande, casi tamaño real (exagero, claro) pero solo la tenían en una tienda… y algo dañada. Así que buscamos, preguntamos, entramos y salimos… todos decían que sí, que tenían lo que buscábamos, una parecida, «moins chere»… mentira, claro… así que, al final, tuvimos que comprar una pequeña. O no tanto. Pero al lado de la original… La compramos en la misma tienda que la anterior donde ya, por ser clientes, nos dijeron la mitad del precio que nos hubieran dicho, así que el regateo se quedó reducido solo a unos cinco minutos.
Y, finalmente, la cuarta, la más grande. La compramos (o más bien, la compró Pablo) en Bobo Dioulaso, Burkina Faso. En un descuido de Itziar, la negoció sin rodeos, rápidamente y, claro, a un precio mayor: 20 euros. Cada vez estábamos más hartos de regatear y flaqueó al encontrar otra máscara inesperada, casi no buscada. La más grande, la que más trabajo de tallado tiene y la más original y, además, con una madera de mayor solidez y dureza… Para Pablo, no hay que decirlo: es la más bonita.
Claro que esto es como cada cosa que detrás tiene su historia: al final, te encariñas de todas. Pero ¿cuál es vuestra favorita?
Aunque no entren en juego esos lazos sentimentales….la verdad es que sigue siendo difícil elegir….al menos para mí. Me parece que todas tienen su encanto…..y con lo indecisa que suelo ser yo……
Las 4 son bien chulas!!!!
Habrá que pasarse por casa para verlsa en directo!
Besos
Pablo qué representa la última mascara? Un hombre, un pájarao, un elefante? Mi preferida: la primera, ancestral y moderana a la vez, me recuerda a un taxi de nueva york.
Todas son muy bonitas y lo mejor es el significado o los recuerdos que traen…que dan pie a contar vuestra gran historia.
A pesar de ello, yo me quedo con la última!!
Buena compra!
Un abrazo
@ Miguel: La última máscara, efectivamente, representa un pájaro. Nos podríamos inventar cual, pero… no se nos ocurre. Uno con un pico bien grande, claro. Está pensada para ir atada encima de la cabeza, con el pico por delante. Nos encanta (y desconcierta) tu imaginación, comparando la máscara con un taxi de NY… muy creativo…