1. Timbuktú. País Dogón. Imprescindibles en una visita a Malí para la mayoría… ¿Ir o no ir? ¿A quién creer? El Ministerio de Asuntos Exteriores los desrecomendaba, por motivos de seguridad. Lo mismo que el Foreign Office y el Ministerio de Exteriores de Francia. A la vez, decenas de otros viajeros que conocimos habían estado, recorrido y disfrutado ambos de esos prohibidos, entre otros. ¿A quién hacer caso? ¿Ir era una imprudencia o no ir una paranoia? Algo está pasando en la zona, desde hace unos meses o años. Es indudable, lo sabíamos: en Niamey (Níger), unas semanas antes, dos franceses habían sido secuestrados y ejecutados esa misma tarde…
Al final, el destino, el recorrido, las fuerzas hicieron que no nos preocuparamos demasiado por ir. Lo dejamos para otro momento. Pasaban a nuestra lista de destinos a los que querremos volver. No se puede ver todo.
2. Las aceras en Bamako están construidas como en todas las ciudades africanas: sobre las cloacas. Corriendo a lo largo de las calles, en canalizaciones de un metro de profundidad, acumulan los deshechos de las casas y negocios. Acequias de putrefacción cubiertas de losetas de cemento, en la mayoría de ocasiones, en mal estado. La acera no existe, se ha improvisado sobre estas. Caminar por Bamako, como por casi cualquier ciudad africana, es una experiencia bastante olorosa. Desagradablemente olorosa.
3. El Níger, uno de los ríos más grandes de África. Empieza en Guinea, atraviesa Malí, Niger y va a desembocar en Nigeria, en el famoso delta, tan pobre como rico en petróleo. Surcarlo en piragua para muchos es una tarea diaria. Para nosotros la forma plácida de llegar a pequeñas aldeas de pescadores o ganaderos, prácticamente aisladas. El remero es, en realidad, un palero: no se usan remos, sino varas, de tres o cuatro metros, para avanzar por sus orillas. Vemos como pescadores lanzan las redes; como las mujeres lavan la vajilla, la ropa y los niños en sus aguas; como agricultores cultivan en campos verdes lechugas, repollos, tiñendo de verde el secarral que lo rodea. Y los martines pescadores, blancos y negros, se lanzan al agua en busca de su comida. En Malí es de color azul, sorprendentemente. Aún la arena, los detritus humanos y demás contaminantes no han degradado su color…
4. Bissap congelado. Perdón, flor de hibisco, también llamada jamaica en México, como líquido o sorbete refrescante. Morado oscuro. Si es natural, dulce, con un toque ácido. Si no, solo dulce. Congelada cada noche y vendida desde la mañana. En botellas de medio litro o también en pequeñas bolsas de plástico cerradas hábilmente con un nudo. En muchas esquinas del país las mamás las venden desde sus neveras portátiles. A 25, 50 o 100 francos (3.5, 7.5 y 15 céntimos de € respectivamente). A mi me gustan las bolsas, porque voy deshaciendo el hielo poco a poco con el dedo y por un agujero en la esquina de la bolsa, chupando su contenido como si fuera un sorbete.
5. Niños con una lata colgada del cuello con una cuerda, mendigando dinero o comida (que algunos les echan en las latas) por las calles de pueblos y ciudades. Es una prueba de humildad a la que sus profesores de Corán les obligan, para que aprendan de la importancia de la ayuda y generosidad con el necesitado en el futuro. Los padres envian a sus hijosa estudiar el Corán. El profesor les enseña pero no les alimenta, de hecho, les obliga a pedir. ¿Qué haces, les das o no les das? Contribuyes dando a un sistema por el cual niños se ven forzados a mendigar para comer. Y además, en nombre de una religión… Yo lo tengo claro. Pero se te parte el corazón contemplando las riadas de niños que se pasan el día entero buscando su comida…
6. En Malí desaparecen los techos de pajas, las casas redondas de piedra. Casi súbitamente. Poco después de cruzar la frontera de Burkina Faso nos encontramos con casas de adobe de un piso de techos planos, todo un cambio después de meses de casas con techos a dos aguas o cónicos. El Sahel maliense nos sorprende con una arquitectura totalmente diferente, con casas sombrías, de pequeñas ventanas, de sombras interiores, de patios alejados de los ojos de extraños. Pasear por ciudades como Djenné o pueblos de los alrededores recuerda a hacerlo en Marruecos, con sus medinas de callejuelas sinuosas, frescas. Y en mitad de los poblados, las únicas torres que se elevan: los minaretes de las mezquitas también construidas, increiblemente, en adobe también. La más increible, la mezquita de Djenné, famosa en el mundo entero, gracias a ser el edificio de adobe más grande de África. Ellos dicen del mundo entero. Da igual, impresiona cómo es posible levantar minaretes y muros tan alto solo a base de barro seco y madera para las vigas. Cada año, antes de la época de lluvias, la remozan, con una capa nueva de adobe, para que resista el impacto de las gotas de lluvia.
7. El té como gran pasatiempo. No es ni será único de este país, pero es el primero en el que lo vemos a escala masiva en nuestro ascenso desde el Sur. El té como excusa perfecta: nadie puede decir que todos esos hombres que descansan en la sombra todo el día no hacen nada: preparan y beben té, procedimiento elevado prácticamente a rango de arte. Primero encender el carbón para crear unas brasas en las que colocar directamente la tetera. En ella vierten agua y cuando está caliente el té (verde, origen de china) y lo dejan hervir unos cuantos minutos. Como amarga bastante, antes de beberlo, le echan bien de azúcar. Pero mucha. Y para mezclarlo todo bien lo escancian de la tetera al vaso. Hemos llegado a contar 22 veces, de la tetera al vaso y vuelta a la tetera… Todo este proceso para hacer como tres o cuatro vasitos de los de chato de té, que se beben bien calientes, sorbiendo y, al rato, empiezan de nuevo el procedimiento. Tienen todo el día por delante y nadie les va a decir que son unos vagos.
Hola, acabo de descubrir este blog y resultó que es un gusto leer vuestras crónicas de viaje, que además, intento incluirlas en mi propia guía de viaje. Hay una cuestión que me sorprende y es que casi no hablan de un tema que, al menos para mí, es central a la hora de preparar mi próximo viaje a África: y es la seguridad (o la violencia). ¿Hay alguna idea general sobre ese tema que puedan aportarme? Me refiero a riesgos por cuestiones culturales, sociales, o por la violencia propia que podría existir en esos países. Siendo argentino, y he conocido casi toda Sudamérica y aquí es inevitable detenerse en cuestiones de riesgos para viajeros a la hora de describir un viaje por la región. Les estaré muy agradecido si pueden acercarme cualquier tipo de ayuda sobre ello.
Muchas gracias, y un saludo desde la distancia.
En resumen, salvo que vayas a países con conflictos importantes, no debería ser inseguro viajar por África. Sí que es cierto que cuanto más alejado de las ciudades (que ofrecen poco al visitante), mejor. Pero salvo por la noche o determinados barrios, no diríamos que son peligrosas.
Lo más peligroso, el moverse en transporte público por el estado de los vehículos, las carreteras y la conducción temeraria de algunos conductores.