Si a alguien le preguntas qué hay que ver en Benín (a uno de los que sabe dónde está y esas cosas) te dirá que no puedes dejar de ver Ouidah: el centro y origen del vudú y uno de los puertos más importantes de África en la trata de esclavos. Tremendo e histórico caché, como para atreverse a pasar de él.
Creo que esperaba otra cosa de Ouidah: otra ciudad africana más, moderna, ruidosa, polvorienta. Tal vez por eso me gustó mucho. Pudiera ser por su tamaño (80.000 habitantes) por su tranquilidad, por su limpieza (¡tenía hasta papeleras en las calles!), por tener mar, por lo simpática que era la gente (en general), porque podías ir andando a todos lados, por comer super bien… Pero a lo que íbamos: la importancia histórica es lo que cuenta, por eso estábamos allí.
Esclavitud, decía. Durante décadas (desde 1510 en que partió el primer barco -portugués- con esclavos hasta 1885 -375 años, si no me equivoco en la resta- en que partió el último) salieron de su puerto barcos repletos de esclavos destino a Brasil y Las Antillas. No es que fueran los portugueses los que lo iniciaban: la esclavitud en África existía desde hacía mucho tiempo. Pero no había un mercado de esclavos como tal ni su tráfico era un negocio. El ver el lucro en el comercio con hombres y mujeres africanas, sí es invento europeo.
Al principio, los portugueses intentaron capturarlos y meterlos en los barcos ellos solitos, lo que se mostró complicado: no era dificil para los africanos organizarse y derrotar a los pequeños grupos de militares coloniales. Así que pensaron que sería más eficiente que los reyes locales les vendieran los prisioneros de guerra que hicieran a cambio de armas, munición y artilugios similares que les ayudarían a derrotar más fácilmente a sus enemigos y ampliar su dominio territorial regional. Dicho y hecho, el negocio era redondo. Los europeos lo empezaron pero los reyes locales estaban encantados con un tráfico que les beneficiaba enormemente. Tanto que dicen que se deportaron 12 millones de hombres y mujeres en este periodo… Primero fueron los portugueses, luego los holandeses (mucho más organizados, dicen los libros de historia) y finalmente los ingleses los que convirtieron un tráfico de apenas 300.000 personas en el siglo XV en uno de 7.500.000 en el sXVIII. Se buscaban hombres entre 12 y 35 años y mujeres menores de 25, más valiosas si no habían tenido hijos todavía. Era un negocio lucrativo: se vendían en América, como mínimo, al doble del coste en origen, claro que en el camino muchísimos morían…
En realidad, cuando visitas Benín, parece que fuera la único punto de embarque de esclavos en el litoral africano, pero estudios dicen que lo exportado desde este país solo representó el 14% del total de más de los doce millones… es lo que tiene: la historia de la esclavitud es hoy un llamativo atractivo turístico y todos se quieren colgar la medalla de «desde aquí la atrocidad fue mayor». El punto culminante de esta ciudad (en cuanto a la trata de esclavos se refiere) es la «Puerta de no retorno», que marca el lugar en la playa en el que se los embarcaba. Está situado a 4 largos kilómetros del punto de la ciudad en el que se subastaban. Por supuesto, dicen, ese recorrido es algo que todo turista que venga debe realizar para recordar e imaginar el lamentable significado para tantos hombres y mujeres secuestrados, a punto de embarcarse en un viaje a peor vida… Muchos de ellos se fueron con sus tradiciones, entre ellas, la religión que tanto ha dado que hablar en el caribe y en Hollywood (por su sangre, oscurantismo y supuestos rituales malévolos…) Se supone que también era originaria de aquí, de Benín. Se trata del vudú.
En el fondo, intentando simplificar con respeto, el vodun no es más que una religión que cree que todas las cosas de la naturaleza (animadas o inanimadas) tienen espíritu. Adora los ancestros, a dioses (a Mawu por encima de todos) y a cree en el poder de los talismanes, objetos que contienen espíritus en su interior. Vaya, una religión animista en toda regla. Por toda la ciudad hay templetes con figuraciones de los diferentes dioses (fetiches, les llaman ellos) a los que hacer ofrendas. Los babalawos son los sacerdotes que tienen el poder de entrar en contacto con algunos de estos espíritus y son capaces de interpretar las señales que estos envían y a través de rituales que suelen requerir de regalos como vino de palma, gallinas o cabras, pueden solicitar su intercesión en favor de quien pague el sacrificio.
En uno de esos templos, a través de una puerta que daba a la calle, vimos un sacrificio que un hombre ofrecía para la salud de su familia: en el pequeño edificio el babalawo esparcía sobre unos fetiches (en este caso, seis montículos de 30 centímetros de altura, con forma de supositorio) sangre de una gallina y de un corderito que acababa de degollar. «La sangre es para los dioses, la carne para los hombres» nos aclaraba uno que andaba por allí. Luego cogía plumas y pelo y los depositaba encima de cada fetiche, arrojaba por encima de todos ellos terrones de azúcar, harina mezclada con aceite y finalmente un refresco (para ser más precisos uno multifrutas, por si alguien quiere intentarlo en casa). Todo eso tambien lo pasaba con naturalidad por el marco de la puerta y lo ponía en el suelo de la entrada. Nos impactó, claro, ver al cabrito y sus espasmos, la sangre coaguala en el suelo… entre otras cosas porque aún no habíamos desayunado. Nos fuimos intentándonos consolar en el hecho de que no todos los sacrificios requieren de la sangre. Menos mal.
Con la temática vudú en mente, el turista también debe visitar el bosque sagrado, así que allí nos fuimos. En él están representadas muchas deidades a las cuales la gente adora: está la que lucha contra la varicela, el dios de la lluvia (que la trae y la para), el de la fertilidad, la que protege contra malformaciones congenitas y otras más específicas como las que protegen a los trabajadores del metal (herreros, mecánicos y soldadores) la que protege a aquellos que se inician en la religión y se hacen adeptos… vaya, como nuestros santos, o más o menos: Tampoco iban a ser tan diferentes que al fin y al cabo son religiones… aunque nos quedó claro que aquí nada de cirios ni santerías.
Y para la parafernalia requerida en la práctica del vudú, el mercado: junto a las frutas, telas y cacharros, encontramos los puestos para las recetas que los babawalos hacen a los creyentes. Sobre las mesas casi todo era del reino animal, pero disecado: ranas, camaleones y lagartos secarrutos. De bichos más grandes, como chimpancés, cocodrilos y cabras, los cráneos. No faltaban las pieles de vaca, plumas y picos de pajaro… en fin, un faunario en descomposición realmente impresionante. Lástima que no llegaramos a completar la visita viendo cómo preparaban una receta… ¿Sería del tipo: cuarto y mitad de cráneo de cocodrilo, un pico de Pytilia phoenicoptera, una uña de mono y medio lagarto?
Y el olor era muy fuerte. Pero si que impresiona ver tantos animales disecados. Hasta búfalos, bueno la cabeza sólo.
Ha sido un placer poder veros unos dias y a pesar de los gusanos se os ve muy bien.
Besos Ainhoa.
Ainhoa, hemos disfrutado mucho compartiendo estos días contigo. Y la próxima vez, sobornamos al león.
i says:
Feliz ano y todas esas cosas que se dicen.Entusiasmado,como decian en Viky,sigo en este novo ano vuestras peripecias,Me ha encantado la historia de la aduana Nigeriana,me imagino que Pablo con la barba les tiene que resultar poco sexy,asi que voto por que se afeite y asi esteis en igualdad de condiciones en las aduanas.
Por otro lado aunque me imagino que Itziar pasa,deberias embaucarla,Pablo,para que deje su melodiosa voz en las ondas sonoras,con esto no digo que no me guste la tuya,solo lo digo por el equilibrio(al igual que lo de la barba)y por el placer de oirla y asi saber que sigue viva.Que no es que lo dudemos pero con seguridad tampoco lo sabemos.
Bueno pocas mas tonterias se me ocurren y de momento me voy a guardar la baza de los gusanos que da pà mucho y no es plan de utilizarlo todo de golpe.
Animo campeones que estais haciendo leyenda en Africa.
Un amirador secreto y animo que os sigue en pensamiento y os quiere.