La Ribeira Sacra es una región poliédrica. Conocida por las profundas gargantas de los ríos Sil y Miño así como por la abundancia de monasterios, es también tierra de vinos, de ganadería y de generación eléctrica. Pero a pesar de su belleza y potencial turístico, algunos de sus municipios sufren un serio despoblamiento rural que afecta a tantas otras regiones del país.
Es por esto que recorrer esta ondulante región, de serpenteantes carreteras, de bosques frondosos, ofrece un contacto bastante íntimo y placentero con la naturaleza, alejado de grandes núcleos urbanos.

Recorrí la región por vez primera en junio de 2020, en bicicleta, en un viaje que me llevó desde Madrid hasta la costa coruñesa justo después del confinamiento. Me enamoré de esta zona. A pesar del sube y baja, de lo duro que fue, los paisajes, la serenidad, sus gentes… hicieron que en 2021 Itziar y yo hayamos querido regresar para conocerla un poco mejor.
Pero en esta ocasión a pie y recorriendo los dos Caminos Naturales que hay en la zona: unas rutas interesantes para aquellos que quieran conocer las múltiples caras que la Ribeira Sacra ofrece al visitante.

Camino Natural de la Ribeira Sacra
El planteamiento de la ruta principal del Camino Natural de la Ribeira Sacra nos pareció muy interesante, ya que nos llevaría desde el interior de la comarca hasta el río Sil. Veríamos multitud de paisajes, entornos y diferencias en una caminata de día entero, de algo más de 20 kilómetros, sin demasiados desniveles. Además la parte cultural estaría completa: tras pasar por varias iglesias y miradores acabaríamos en el Monasterio de Santo Estevo, hoy en día un Parador Nacional, donde poder merendar algo rico a modo de broche final.
El Alto de Couso, a 700 metros de altitud, es el inicio de la ruta, que durante los 10 kilómetros iniciales es en ligero y placentero ascenso. Los primeros kilómetros avanzamos entre castaños, robles, abedules y retamas, pastos de ganado y alguna granja aviar siguiendo una tranquila carretera asfaltada. Bajo nubes amenazantes (que en algunos momentos descargaron, como era previsible en Galicia) continuamos por un refrescante sendero a la sombra de robres, cruzando riachuelos, siguiendo los muros de piedra rebosantes de musgo. Esta parte (kilómetros 4 y 5) me pareció la más bonita, y nos llevó hasta la somnolienta aldea de Melón de abajo, en la que solo viven 7 personas.

Pueblos cinematográficos
Mientras descansábamos y bebíamos agua de la fuente, en una plaza junto a enormes hórreos, conocimos a José, jubilado que tras varias décadas trabajando en el País Vasco había regresado al pueblo que le vio nacer. Sus hijos no, se quedaron en Bilbao. Él es feliz aquí: cuida de unas colmenas, tiene un huerto bien hermoso y disfruta del silencio. Y nos cuenta cómo hace poco fue extra en la película Laurada que se rodó allí, sobre Manuel Blanco Romasanta, el mayor asesino en serie de la historia de España.

El siguiente tramo de sendero frondoso nos llevó a Melón de Arriba, rodeado de pastos vallados de granjas ganaderas extensivas, tras el cual tomamos una pista ascendente en la que la vegetación empezó a cambiar. Robles jóvenes, retamas y tojos nos acompañan, así como algún pinar, y en el camino, sobre enormes rocas graníticas, vimos unas marcas peculiares: eran las antiguas rodadas del continuo paso de carros por el antiguo Camino Real de la Ribeira Sacra. Disfruté mucho de esta zona agreste, antes de llegar a una nueva pista que nos acompañó hasta la solitaria iglesia de Virgen del Monte, con merendero y fuente incluida, un lugar ideal para descansar tras 3 horas de caminata y casi la mitad del recorrido.
A 929 metros de altitud, es casi el punto más alto de la ruta. Allí las vistas son amplias y generosas y nos permiten ver al norte el campo de molinos eólicos que debemos atravesar y al sur las colinas ondulantes y boscosas.

Creo que nunca había caminado entre molinos de viento. Me impresionaron por su tamaño y como, a pesar de esto, apenas emitían un silbido cuando las aspas cortaban el aire sin descanso. Ya desde la lejanía el impacto visual de los molinos es alto, pero viendo cómo funcionan generando energía limpia pienso que vale la pena la alteración visual que producen. En aquel punto empezamos el descenso hacia el río Sil por una cómoda y bien compactada pista.

Pueblos casi abandonados
Perros ladrando nos anunciaban la presencia humana en la aldea de Cortacadela, en el kilómetro 16. Un pequeño pueblo semi abandonado, con varias casas tristemente descuidadas y en proceso de desmoronamiento. Si no fuera por el huerto cultivado (con berzas, judías y patatas) y un par de tractores parecía que allí no viviera nadie.

La bajada hacia el río Sil es progresiva, por una pista en buen estado, canalizando en los recodos los arroyos que bajan cargados de agua. A medida que descendemos el verde vira, poco a poco, de colores apagados y mate, hacia tonalidades vivas, casi estridentes. De repente, al salir de un tupido bosque, salvo el encapotado cielo todo es verde y jugoso: un estallido de color e intensidad que viniendo del seco verano de la meseta castellana hace que el contraste sea llamativo.

Media hora después cruzamos el pueblo de Pombar, con un lavadero bien mantenido y varios canastros, hórreos redondos de paredes de mimbre y techos de paja que no habíamos visto hasta ese momento. Como en todo el recorrido reina la paz. Tan solo se oyen las voces de un pastor que instruye a sus dos mastines para que las ovejas no se salgan del terreno donde pastan.

Apenas queda un kilómetro de descenso, y las ganas de llegar son grandes, pero nos “arriesgamos” a tomar un pequeño desvío para subir al mirador de Penedos do Castro, que resulta ser uno de los miradores naturales más impresionantes en los que estuve. No es extraño que en aquel emplazamiento hubiera un pequeño castro (fortificación) de vigilancia, del que aún quedan unos restos. Y es que la vista es espectacular. Contemplar el monasterio de Santo Estevo desde ahí es el mejor regalo de cierre que podía haber para esta caminata, aunque el río Sil, tan potente y significativo, quede oculto tras las colinas y los densos bosques de robles y castaños viejos.
El mejor de los finales
El Monasterio de Santo Estevo, que fue empezado a construir antes del siglo X, marcó el final de nuestra ruta. Aunque en la web del Ministerio de Agricultura muestra que el Camino Natural llega hasta el Sil, por una cuestión logística (solo teníamos 1 coche), por cansancio y porque aquel lugar es mágico, decidimos poner punto final a nuestro paseo allí. Un buen café con leche y una tarta de manzana fueron el broche de oro a este día largo, de casi 7 horas de caminata. Tampoco pasaba nada por no llegar hasta el final: había que reservar fuerzas porque al día siguiente haríamos otra caminata, desde Parada do Sil hasta el Monasterio de Santa Cristina, la segunda parte de este Camino Natural de la Ribeira Sacra.

Datos prácticos
Longitud de nuestro recorrido: 20 km (ruta total 23,8 km hasta el río Sil)
Duración: Nosotros, 7 horas, con pausas para comer, fotos, etc.
Dificultad: Media, por la longitud, no por los desniveles, que no son excesivos, ni de subida ni de bajada.
Información detallada de la ruta, desniveles, mapa, track y toda la información en la web del Ministerio de Agricultura.
Agua: hay fuentes en varios pueblos del camino y en las iglesias.
Comida: no hay posibilidad de comprar en ruta, salvo en el Parador de Santo Estevo.
Recomendaciones: zapatilla de montaña, paraguas (para lluvia o para el sol en verano)

¿Dónde dormir?
Nosotros elegimos Parada de Sil como base para hacer las dos caminatas del Camino Natural y nos movimos en coche por la zona.
Nos hospedamos en el Alojamiento Carrioza, un pequeño alojamiento familiar (los dueños son los propietarios del hotel y del rico restaurante O Balcón da Ribeira) con solo un año de antigüedad, con una decoración muy cuidada y moderna dentro de un edificio de piedra tradicional.
Con desayuno continental (café, tostadas o bollería), la habitación doble sale por 50-60€ según temporada.
¿Dónde comer o comprar para picnic?
Hay dos pequeños supermercados en Parada do Sil para comprar algo de comer (fruta, pan, queso, empanadas, chocolatinas…) y cualquiera de los tres o cuatro restaurantes pueden preparar un bocata rico.
Si, como nosotros te quedas en Parada de Sil, encontrarás 3 o 4 restaurantes bastante buenos todos ellos (muy llenos en fin de semana y julio-agosto): O Balcón da Ribeira, Casa Mercedes, O Curtiñeiro o Parada de Sil, todos ellos con terrazas y bastante agradables.
¿Cómo planificarla si disponemos de un solo coche?
Al no ser una ruta circular, hay que dejar el coche en el punto de inicio o de fin, y luego llamar un taxi para que nos lleve ese punto al iniciar o finalizar la caminata. O hacer autostop. No hay transportes públicos que nos sirvan.
Nosotros elegimos Parada de Sil como base logística y condujimos hasta el Parador. Allí aparcamos el coche y quedamos con un taxista de Ergos (en 2021 nos cobró 22€. Diego Martiná 686 460 112) que nos viniera a buscar y llevar hasta el Alto de Couso, inicio de la ruta, de manera que al acabar tuviéramos el coche esperándonos.
En temporada alta puede ser aconsejable hacerlo al revés, pues puede ser difícil aparcar en el aparcamiento del Parador, o simplemente buscar sitio en los alrededores.
¿Alguna cosa más?
En Parada de Sil tienes también una farmacia, panadería, estanco y ¡una gasolinera!
[…] Sacra que hay en la zona, que nos llevó hasta el Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil (etapa 1), nos animamos a hacer la variante que terminaba en otro monasterio: el de Santa Cristina de Ribas […]