Martes, 5 de octubre
Itziar
Primera clase de informática. Para tener solo un ordenador y cinco alumnos con conocimientos muy diferentes, no ha estado mal. Un par de ellos no había agarrado un ratón en la vida, así que había que empezar por lo más básico. Los dos que ya sabían algo animaban a los novatos a resolver los problemas que yo planteaba (tipo «cierra la ventana como te acabo de explicar»). Y todo esto en un portugués inventado, así que mientras ellos aprendían a arrastrar ventanas, yo aprendía a decir «disminuir».
Para que no se aburrieran, les enseñé a hacer búsquedas en internet. La primera prueba fue para satisfacer una curiosidad de Neves: el día anterior en la cena preguntó qué vitaminas tiene el mango. Encontraron una página con la información que buscaban y ¿qué hicieron? Empezaron a copiar todo (todo) lo que estaba escrito en ella. Conseguimos pararlos, aunque costó, se resistían a dejar el boli porque si no «no se iban a acordar de las vitaminas». ¿Que no te vas a acordar de qué, alma de cántaro? Si estás escribiendo «el mango es una fruta que se da en climas tropicales»…Sí, son chicos que han fracasado en el cole pero a saber con qué métodos les enseñaban…
Primera clase de turismo. Hacemos Pablo y yo una pequeña introducción en el aula, con pizarra y todo. Se dedican a copiar las cinco cosas que ponemos y poco más, en general les cuesta mucho mantener la atención. Pasamos a la práctica: Pablo y yo hemos desmontado una habitación. Les contamos que ayer tuvimos turistas, dos chicas muy guapas, y que la tienen que preparar para los siguientes turistas. ¿Dos chicas? ¿Cómo es posible que no las viésemos? Mingo y Kimilson enseguida se dan cuenta y siguen la broma. Neves no se entera y media hora después sigue preguntando a qué hora se han ido las chicas. Eso sí, se esmera mucho y deja la habitación hecha un pincel. Parece que, aunque no les entusiasme, les entretiene. Acabamos nuestras primeras clases bastante satisfechos.
Por la tarde trabajo con ellos en el taller, me hago unas pulseras con un coco mientras ellos hacen azucareros y bandejas. Unos trabajan sin parar y otros juguetean con las herramientas. A las 16:00, hora en que acaba su jornada “laboral”, juegan un partido de fútbol contra los chicos del pueblo. Aunque pierden el partido no pierden la sonrisa. Nunca lo hacen.
Pablo
Nos duchamos con cubos de agua fría en un barreño. Ya olíamos mal, tras dos días de higiene mínima y no parar.
Hoy hemos dado nuestras primeras clases. La primera de ellas, informática. Uno de los dos ordenadores que ayer funcionaban esta mañana dejó de hacerlo. Así que Itziar ha dado la clase a 5 alumnos con un ordenador solo. El temario de lo más rompedor: Itziar ha explicado como funciona un ratón, las teclas del teclado, cómo encender una pantalla y eso. Cuando ha llegado a la parte del Explorer e Internet los ojos les hacían chiribitas.
Luego hemos tenido clase de turismo, un nombre de lo más provocador para una clase sobre qué nos gusta a los turistas, cómo hacer bien una cama y que en el baño hace falta poner papel higiénico si se ha acabado.
Después de comer los chicos, es decir, todo el mundo menos Itziar, nos hemos ido siguiendo las órdenes de Wander, el «Vice-Director», a intentar solucionar los problemas (hay filtraciones) en el depósito del agua. Mientras Neves era ordenado a meterse y sacar a cubos hojas secas y barrillo acumulado en el agua, el «jefe» se ha largado a acompañar hasta la carretera a una chica muy mona que ha venido a distraerle. El resto, ya acostumbrado, ha seguido ayudando. Yo me he dedicado a flipar con su jeta durante la media hora que ha tardado en volver.
A última hora de la tarde, hemos preparado la clase de mañana: cómo poner la mesa para el desayuno o la comida y cena. Y cuesta explicarlo cuando casi tienes que explicar porqué a los turistas nos gusta usar la servilleta.
Hemos vuelto a cenar lo mismo que hemos comido: arroz con un pescado seco que era casi todo espinas.
Antes de acostarnos, he intentado convencerles de que, ante la posible falta de agua del día de mañana, sería conveniente llenar todos los cubos de agua que tenemos. He acabado haciéndolo yo. En Sao Tomé el mañana no existe.