Miércoles, 13 de octubre
Itziar
A primera hora le doy una clase particular al vicedirector (que se las ha saltado todas) porque ha metido la pata bastante al preparar la habitación de la que se encarga. Me dice que sí a todo, revisamos juntos los aciertos y los fallos, repasamos todo lo que hay que hacer… Pero tengo muy poca fe. Y no es solo porque siempre haya sido una descreída, es que empiezo a sospechar que aquí todos son sordos…
Tras la clase, agarro mi boli rojo y me voy con el guía (Wander) y su aprendiz (Mingo) a acompañarlos en una visita, “la ruta del cacao”, con la pareja de turistas que anda por aquí. Tomo notas para después comentar con ellos sus puntos fuertes y debilidades. Esta vez, tiene sobre todo puntos fuertes. Qué bien.
Para la clase de turismo le pedimos al director que nos suelte (a nosotros y a los alumnos) el mismo rollo con el que castiga a los turistas que vienen a visitar la escuela, por si lo tienen que hacer un día que él no esté, como sucedió la semana pasada. Kimilson se entera de todo, participa y está pendiente de los detalles. Mingo está algo menos atento pero también lo hace bien. El resto, dentro de sus trajes de buzo, no se entera de nada. Cuando el director se va, Neves no solo charla sino que está tan distraído que cuando Pablo lo llama seis veces no se entera. La séptima vez es un toque en la espalda y como el tipo es una mole como de metal, la palmada suena como un gong. Se gira y mira a Pablo que parece que se lo va a comer. Pablo, como el gentleman que es, se disculpa con él. Más tarde, en la cena, Neves lo sacará a relucir en la mesa, lo que me parece bastante más maduro que ir a chivarse al director.
Pasamos la tarde intentando que la tienda de la escuela no parezca el cuarto de los trastos: pintando, forrando estanterías, diseñando un colgador para las muestras…
Mientras, los chicos están trabajando en unos encargos que por lo visto tienen desde hace semanas. Pero quien debería organizar el trabajo y supervisarlo no lo hace. Cada día admiro más la paciencia de Nora.
Pablo
Desayunamos con los turistas. La gran discusión previa de la mañana es hasta quién debe llegar el mantel, solo a los turistas o hasta Pablo e Itziar también. El Vice, después del desayuno, les dice que si van a hacer alguna ruta, pero no les han dicho ni posibilidades, precios, longitud. Cuando oyes cómo venden las caminatas se te cae el alma al suelo. Como si lo que les hubieras contado no haya servido para nada. Para colmo no sabe los precios que él cobra… tremendo.
Para no alterarme nos desdoblamos: Itziar le da clase al Vice y yo me dedico a revisar la lista de cosas que se podrían y debieran hacer (pero que no vamos a poder). Todo es una frustración …
A media mañana, aula de turismo, en la que el Director se llena la boca enseñándoles lo que deben decirles a los guiris al llegar a su juicio. Se olvida que deben decirles que pueden comer, entre otras cosas básicas. Luego Itziar repasa conceptos y yo, harto de Neves que lleva toda la clase jodiendo, le golpeo en la espalda para llamarle la atención. Le sienta como un tiro, tanto que por unos instantes creo que me va a partir la cara por más que le pido perdón.
Comemos sabrosa feijoada, pero solo un plato por persona.
Convencemos al Director de hacer unos cambios en la tienda que a Nora le parecen fantásticos. Por supuesto, se apropia de la mejor idea, una de Itziar, y pierde un buen rato para hacer él los colgadores propuestos. Así, si alguien pregunta, dirá que los hizo él. Es un jeta (por cierto, ¿se escribe con j o g de gilipollas?)
En la cena Neves dice al Director que le he golpeado y que no le ha gustado. Llevaba toda la tarde rehuyéndome. Pido perdón nuevamente y el director aprovecha para colgarse la medalla de la paciencia que él tiene con los niños. Me jode, pero razón no le falta. Yo la estoy empezando a perder con él y con ellos. Necesito unas vacaciones.