Lunes, 11 de octubre
Itziar
Hoy no tenemos clase, los chicos están en el taller de artesanía, así que aprovechamos para utilizar el ordenador (por las mañanas, casi todos los días hay electricidad, gracias a la empresa de cacao) y poner por escrito nuestras ideas y, cómo no, hacer nuestras listas. A mitad de mañana aparece un profesor del colegio de al lado, vestido con una impoluta bata blanca que le da cierto aire de farmacéutico, para pedirnos ayuda. Para sus clases necesita buscar alguna información en internet: la biografía de un autor, la escuela como lugar de derecho… y la fecha en la que se descubrió Portugal. Pablo y yo nos miramos. La pregunta es perfectamente lógica, siempre les han contado que los países se descubren. Pero Portugal no lo descubrió nadie. El profesor insiste “pero en algún momento se descubriría”. ¿Cómo explicarle que la historia nunca la escriben los conquistados ni los vencidos? ¿Cómo hacerle comprender que para los libros de historia Portugal no se descubrió, que siempre estuvo ahí? Lo resolvemos con el tratado de Valladolid. No fue un descubrimiento pero algo es algo y el maestro queda satisfecho.
Pasamos la tarde estudiando qué mejoras se pueden hacer en la tienda que tiene la escuela, un espacio bastante descuidado que necesitaría una manita para que la artesanía que hacen los chicos luciera más. Entre las mejoras, diseñamos etiquetas para la presentación de productos y precios y un soporte de bambú para colocarlas. Aún falta la aprobación de Nora pero creo que tendremos su visto bueno, en la escuela por fin alguien hace algo sin tener que perseguirlo…
Aparecen turistas, a ver qué tal lo hacen los chicos…
Pablo
¡Empezamos la semana con electricidad! Menudo regalo. Aprovechamos para trabajar en los dos ordenadores que funcionan. Correos electrónicos a Nora, subir blog y preparar documentos para chicos que nunca se los leerán, por sencillos que sean. Pero como somos voluntarios voluntariosos creemos que podemos cambiar algo… menudos ignorantes.
Más tarde nos ponemos a darle vueltas a cómo mejorar la tienda, que está desordenada, polvorienta y poco apetecible. Sin medios se puede hacer poco, pero se ocurren tonterías como soportes para precios en bambú, pintar un cartel que indique que no es un almacén sino una tienda… Vaya, el 1, 2, 3 del marketing.
Momentos de pánico por la tarde. Nos llaman unos guiris para hospedarse. El director improvisa precios y menú, como si fuera la primera vez que recibieran a gente. Ese es un problema: no hay rutinas, no hay criterio. Me preguntan a mí que me parece cobrarles tanto por la cena, como si no estuviera marcado en el menú… No se enteran.
Se las prometen muy felices cuando llaman para cancelar, pero aparecen otros turistas, estos locales. Mientras Itziar les distrae y charla con ellos a la luz de las velas (el Vice se ha ido a la escuela nocturna con las llaves del generador y no lo podemos encender), yo examino la práctica de la teoría de la semana pasada: cómo poner una mesa para turistas. Aprobado alto. Tampoco lo hacen mal sirviendo, teniendo en cuenta que lo hacen entre todos y desordenadamente. Intentamos indicarles los tiempos con guiños y gestos con la cabeza. Estoy seguro que los turistas lo notaron. Me caen bien: el tío no hace el esfuerzo de escuchar al Director, que se pasa toda la cena dándose autobombo. Los estresados chicos se van a la cama un poco antes que nosotros, a las 20:30. Estamos reventados. Qué stress de tarde.