15 – 20 de octubre
Itziar
Estos últimos días han pasado volando, a ritmo frenético: queríamos terminar lo que habíamos empezado. Al menos lo que creíamos que se podía terminar, porque teníamos claro que hay mucho por hacer, mucho por cambiar, mucho por aprender…
Nuestro mayor error ha sido intentar abarcar demasiado en el escaso tiempo que hemos estado en la escuela, sin querer ver que hay cosas que necesitan mucho, pero mucho, tiempo para hacer mella. Pero al menos las cosas más prácticas, las que dependían solo de nosotros, quedaron terminadas. Ahora la tienda ha dejado de parecer un almacén: tiene un cartel que la identifica, los objetos no están colgados de un clavo en la pared sino de un colgador de bambú, las piezas tienen etiquetas de precios, gracias a una discreta cortina no se ve la cocina a través de la puerta de lamas… Y el recibidor tiene un panel con la información de lo que ofrece la escuela, para que no se olviden de mencionarlo a los visitantes.
Lo que me pregunto es qué pasará con lo verdaderamente importante, con los chicos. ¿Recordarán algo de lo que aprendieron? ¿Serán capaces de aplicarlo? ¿Tendrán la curiosidad de continuar explorando? ¿Esta experiencia les servirá en la vida? Tengo mis dudas, esto es Santo Tomé, donde sobrevivir es muy fácil, el conformismo y la pereza es lo normal y el mañana no existe. Pero confío en que al menos alguno de ellos salga del camino que parece marcado y llegue a hacer algo más que esperar a que caiga un mango del árbol para comérselo. Nosotros solo hemos aportado un granito de arena a esta escuela que, con Nora como motor, es ejemplo de cómo dar oportunidades a quienes quieren cambiar su rumbo. Creo que lo que necesita Santo Tomé son muchas Noras que lo ayuden a crecer.
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Se acabó la escuela ¡nos vamos de vacaciones!
Pablo
Querer hacer mucho en poco tiempo hizo que los últimos días fueran casi infernales, trabajando a destajo (y sin tiempo para blogs). Intentamos dejar cerrados muchos temas, la mayoría infructuosamente, por supuesto, aunque eso ya lo sabíamos. El gran logro: cosas materiales que pudimos hacer con nuestras propias manos, como un panel informativo, colgado en el hall de entrada del edificio, para que los visitantes pudieran conocer solitos las rutas de senderismo guiadas que hay, los precios de las cosas (comida, bebida, alojamiento) y otras actividades menores. Se supone que deberían ser el Director y Vice los que informaran a los turistas, pero a lo largo de los días no conseguimos hacérselo entender. Les da vergüenza hablar de precios; les cuesta decir que hay rutas de senderismo en la zona o describirlas con algo más allá de «es muy bonita»; o no informan de la falta de agua con antelación a los turistas… Qué paradoja: con lo que les gusta hablar y llenarse la boca de grandes palabras e intenciones y no son capaces de informar bien a los visitantes… El segundo éxito: la mejora de la tienda, con un buen cartel, mano de pintura, soportes de precios nuevos…
Como despedida el martes se nos ocurre hacer una enorme pizza, que todos disfrutan amasando, y un arroz con leche, al que se me olvida echar tres veces la cantidad habitual de azúcar: solo así les hubiera gustado. Pero lo que más les sorprende es que a ellos también hoy les toque aperitivo (un chorizo portugués): eso es cosa de ricos! Nos despiden el Dire y Vice con discursos pomposos, vacíos, sobre lo que les ha cambiado la vida nuestra presencia allí. Se les da muy bien hablar y hablar, la dialéctica es un gran arte en este país. Y nos hacen un regalito: tres bandejas de madera que nos encantan.
Me voy con ganas de la escuela. El haber trabajado 20 días ha sido un error múltiple y un acierto. Error porque no podemos creer que en 20 días vamos a cambiar la manera en que piensan, trabajan, razonan, funcionan. Tampoco lo pretendíamos pero algo que puede parecer tan sencillo como enseñar a que preparen un cuarto para los turistas se encuentra por constantes impedimentos a consecuencia de eso: de como piensan, razonan, actúan. Los consejos que dábamos entraban por una oreja y salían por otra. Los pequeños documentos (tipo check-list) para preparar los cuartos sin olvidarse de nada han sido sistemáticamente dejados de lado: leer les cuesta, entender y pensar, mucho más. En fin, mucho trabajo que sabes que ya hoy estará olvidado. El acierto: romper nuestras vacaciones con casi un mes de trabajo: retomamos ahora nuestro viaje con ilusión renovada, con fuerzas, ganas de conocer nuevos países, nuevas gentes… La vida debería ser así, un mes de trabajo y 11 de disfrute.
Al final, volviendo a la Escuela, te alegras pensando en que algo de lo que has hecho ha servido, por poco que esto sea: la curiosidad por la fotografía en uno; el interés por tocar la guitarra en otro; los pequeños detalles a mejorar en la cocina de otro… En general, el éxito con estos chicos ha sido mostrarles de que hay más cosas, que pueden salir de la rutina, del 1, 2, 3, de siempre lo mismo. Hemos intentado romper la inercia y la apatía consecuencia de la falta de educación y, por poco que haya sido, les hemos abierto un poco los ojos a otras cosas. La mayoría se habrá quedado como estaba, pero por poco que hayamos conseguido captar la atención de alguno por cosas diferentes, ya es una satisfacción.
Y pensándolo bien yo también he aprendido mucho en poco tiempo: cómo lidiar con adolescentes, cómo captar la atención, cómo saber que «vamos a hacer» significa que mejor lo hago yo solito o cómo trabajar con lo mínimo, en precario y conseguir que algunas cosas hayan salido adelante… O trivialidades como que si un azucarero está lleno de hormigas con ponerlo al sol un rato desaparecen solitas, sin tener que ir sacando una por una. Y eso, aunque sea poco, ya es algo.