Donde dije digo, digo Angola. Estábamos en Oshakati, ciudad al norte de Namibia, de paso hacia Kaokoland, tierra de los himba, y ya que hay un consulado de Angola, y ya que estábamos allí, y ya que nos sobraba tiempo, y ya que teníamos una espinita clavada, indagamos sobre la posibilidad de obtener el visado. De los tres consulados de Angola en los que hemos preguntado (los otros estaban en Ciudad del Cabo y en Windhoek), este fue el que menos documentación pedía y menos cara extrañada puso a nuestra solicitud. Nos decidimos a solicitarlo al volver de Kaokoland. Nos tuvieron un par de días en ascuas pero, al fin, el día 3 de septiembre, a última hora de la mañana, una señorita muy sonriente nos dio los pasaportes con el codiciado visado. Debía de estar tan sonriente porque acabábamos de soltar una buena pasta (160 euros cada uno, más de la que pedían en los otros dos consulados) por una pegatina y una firma en el pasaporte.
Y con Angola, llegó la sorpresa. Las personas con las que habíamos hablado la pintaban desastrosa, corrupta, cara, complicada para desplazarse, llena de bandidos y gente desconsiderada. Casi daba miedo entrar en el país… Y lo que hemos encontrado ha sido gente extremadamente amable, simpática, acogedora, siempre dispuesta a echar una mano o a conversar y echar unas risas, gente con genuina curiosidad por los países y gentes extranjeras. Nuestro miedo, uno de ellos, era cómo desplazarnos, pero el transporte público no solo existe, sino que abunda, es fácil de utilizar y tiene un precio razonable. Además, las infraestructuras son bastante mejores que las de otros países que conocemos. Otro de los miedos: la seguridad. En todo momento hemos sentido que era un país seguro, especialmente en las provincias, donde se pueden dejar cosas a la vista en el coche, dormir en la playa o caminar por la calle de noche, impensable en otros países africanos.
En lo que acertaron aquellas voces es en que es un país muy caro. Especialmente para turistas y expatriados, porque los hoteles, restaurantes, alquiler de coche o de casa son ridículamente caros. Especialmente pero no solo, porque los productos que se venden en el mercado alcanzan unos precios que al ciudadano de a pie le deben de dejar tiritando. Por ejemplo, media docena de huevos cuesta 5 dólares, una lechuga 2 y cada naranja 1. Lo que nadie se explica es cómo llegan a fin de mes quienes tienen sueldos más modestos. Será a base de chanchullos, de vender cualquier cosa (aquí todo se vende, todo se compra) y «gasosas», digo yo.
¿Que qué son las «gasosas»? Es la propina, el soborno, la mordida, la coima… Es el precio a pagar a un funcionario para que agilice un trámite, a un policía para asegurar el olvido de una multa de tráfico o a un intermediario para acceder a determinados servicios. En definitiva, para arreglar los problemillas cotidianos o salir de alguna situación excepcional. Nosotros no hemos dado ninguna gasosa aún (aún, repito, que nunca se sabe) pero los residentes extranjeros en Angola aseguran que es parte de su día a día en el coche, en la renovación del visado, para desbloquear un negocio… Angola parece ser un país burbujeante que nada en gasosa.
Nuestro paso por el país es de diez días. Diez días en Angola solo dan para rascar un poco su superficie, para adivinar que es un país con un potencial tremendo para el turismo, para intuir que su naturaleza es abrumadora, para sospechar que hierve de vida, para saber que sus gentes son de las más acogedoras de los países que hasta ahora hemos visitado… Diez días en Angola solo dan para quedarnos con ganas de conocerla más.
Me parece que la «gasosa» sí que se la disteis a la del consulado, aunque fuera sin querer… ¡ me alegro de que os vaya tan bien ! seguimos leyendoos , entre viaje y viaje a la playa con los nenes, y ahora de nuevo desde el trabajo (aunque lo de trabajo es relativo porque hay muy poco que hacer).
Mucha suerte
Bueno, me alegro de vuestro exitazo. Miguel te vio muy guapa, Itziar y a Pablo también bien. Es una tranquilidad muuuuuuy grande.
Un besazo!