Querido diario,
Parece mentira que a nuestros 35 años vayamos a ser voluntarios, pero Nora ayer por la noche nos dijo que sí, como era de suponer.
Llevábamos días dándole vueltas a la posibilidad de ayudar y colaborar durante unas semanas con el interesante proyecto de la Escuela de Artes y Oficios. Ayer hablamos con Nora, su directora, y nos dijo que adelante. Pero no solo para asesorarles en turismo (nuestra idea inicial) sino también para dar alguna clase de informática y de fotografía a los alumnos. Sin discutirlo mucho aceptamos, pensando en que debíamos ayudar en lo ellos quieren (y nosotros podemos), no solo en lo que más nos apetece.
Conocimos el proyecto a mediados de septiembre, cuando estuvimos allí alojados durante tres días. En un antiguo edificio colonial (en otros tiempos un hospital) surgió hace siete años esta escuela, una iniciativa para fomentar la formación e inserción laboral de adolescentes que no hubieran tenido éxito en la escuela. La propuesta era simple: formación en artesanía, agricultura, informática e idiomas. Para el alumno, la estancia en régimen de internado y las clases son prácticamente gratuitas (6€ al mes). A cambio, reciben tres comidas al día, alojamiento, formación y materiales necesarios para su trabajo. Y lo interesante es que comercializan bastante bien los productos que los chicos elaboran, quedándose la escuela la mitad y la otra mitad el alumno, que así tiene para sus gastos personales y ve así como su trabajo da un fruto económico.
Desde hace pocas semanas han dejado de recibir ayudas de los organismos de cooperación internacional que trabajan en este país, que ayudaron a levantar la escuela en ruinas. Además de la venta de artesanía, han decidido apostar por el turismo como otra fuente de ingresos y desde entonces tienen habilitadas tres habitaciones para alojar a los visitantes. En los tres días que nos quedamos allí, vimos las carencias que el proyecto emergente tenía y mentalmente hicimos una lista de las cosas a mejorar. No era corta y pensamos que dos viajeros avezados como nosotros podríamos aportar nuestro granito de arena a mejorar el proyecto.
En aquellos días tuvimos tiempo de hacernos una idea de las personas que forman parte de la escuela. Al frente, con su boina negra bien calada, su Director, Gustavo, un caboverdiano doctor en Bellas Artes, que como buen artista le gusta ser el centro de todas miradas y discusiones y disertar sobre cualquier cosa, dejando siempre bien claro que, sea lo que sea, en Cabo Verde es mejor. También conocimos a Wander, el Vice Director, un antiguo alumno de 22 años, adolescente tardío, al que le gusta mucho presumir de su cargo, mandar al resto a que hagan cosas y poco trabajar. Se supone que es una pieza clave en el proyecto turístico (ha recibido formación para ser guía) pero salvo para eso, cuando hay turistas nunca está en la escuela para currar, casualmente. Teresa, la cocinera, muy seria inicialmente, y que consigue hacer gastronomía con arroz y frijoles. Y los alumnos, cada uno un personaje en sí mismo. Está Neves, una especie de terminator, tosco y con la testosterona a flor de piel y aún con todo más bueno que el pan. También Mingo, un flacuchín con gran sentido del humor que siempre está al margen de los piques adolescentes de los otros chicos; o Kimilson, otro armario de metro ochenta, serio y callado, pero tremendamente trabajador y dispuesto; Ailton, reservado con nosotros, pero que ante sus compañeros presume de saber de todo; y el nuevo, Romário, que no parece enterarse de mucho y como además es pequeño, es el blanco de todas las bromas. Y, por supuesto, Nora, un torbellino argentino que reside en el país desde hace 17 años. Arquitecta, enérgica, con mucha iniciativa e ideas muy claras es el alma mater y espíritu de este proyecto. Puede ser muy directa y cortante en el trato, pero todo lo hace pensando en el bien de la escuela. Desgraciadamente no vive aquí, sino en la ciudad a 50 kilómetros, así que se comunica por constantes llamadas de teléfono con el Director y el Vice, así como por correo electrónico, que aquí tenemos. Todos los alumnos la temen. Nos impresiona como una persona con ese caracter emprendrendedor y activo ha podido resistir tantos años conociendo ahora un poco la apatía y desidia de la gente de este país cuando a trabajar se refiere.
La escuela acaba de comenzar el curso y solo hay 6 chicos en ella. Poco a poco se irán incorporando nuevos alumnos, confiando en poder ocupar las 24 plazas disponibles. Y en estas llegamos nosotros, a intentar ayudar, llenos de ideas, energía y ganas de que entre todos este proyecto siga adelante, autofinanciado y apoyado por lo que ellos llaman el turismo solidario.
Empieza aquí, pues, el diario de dos voluntarios tardíos. En este nuevo paréntesis que hacemos en nuestro viaje vamos a intentar también continuar contando nuestras vivencias, tan diferentes, creemos, a las vividas hasta ahora.
Carai! vais a dejar el pabellón bien alto por África, primero no aceptais gasosas( como casi todos) y ahora haceis una labor humanitaria desinteresada. Me alegro de que encima lo hagais de corazón. Estos días quedarán en la memoria.
Un abrazo y suerte