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Un desierto lleno de gente

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En agosto recibimos la visita de cinco personas entre familiares y amigos, que venían a vernos y a conocer Namibia. Ellos llegaron al aeropuerto de Windhoek en avión y nosotros en un reluciente mercedes blanco con tapicería de cuero conducido por un universitario angoleño muy bien vestido. Es la primera vez que un coche así nos recogía haciendo autoestop. También era la primera vez que íbamos al aeropuerto a dedo.

El viaje pasó de la improvisación de dos a la planificación para siete: durante los meses anteriores habíamos estado organizando esta visita para aprovechar el tiempo al máximo y porque agosto es temporada alta también en Namibia. Itinerario decidido de antemano, hoteles reservados, comidas y cenas previstas… todo un cambio respecto a nuestra dinámica de viaje de los anteriores cuatro meses… y que no resultó fácil de asimilar. El itinerario comenzaba con una visita de tres días a Etosha, el parque nacional por excelencia de Namibia. En sus escasas lagunas con agua (agosto es plena temporada seca) tuvimos ocasión de ver cebras, ñus, antílopes y jirafas concentrados a su alrededor para beber. Un par de leones descansando a la sombra, junto al cadáver de una jirafa, nos entretuvieron un buen rato. Pero el verdadero acontecimiento llegó por la noche, en las lagunas que se encuentran junto a los campamentos y que son visibles desde estos. En la de Halali, suavemente, sin apenas mover el agua, bebían varios rinocerontes negros, que fueron desplazados por un par de elefantes macarras que llegaron levantando polvo. La segunda noche, en Okaukuejo, tuvimos la suerte de asistir al espectáculo de ver desfilar hasta 34 elefantes, mientras las jirafas, rinocerontes y cebras esperaban su turno para acercarse a la laguna. Todo ante la atenta mirada de los turistas situados a lo largo de la valla, cámara en mano, lo que daba a la laguna cierto aire de zoo.

Pero no todo iba a ser ver animales… ¿Qué tal un poco de cultura prehistórica? Al día siguiente, tras varias horas de calor y polvo de esta tierra tan árida, entre montañas de roca y cauces resecos, visitamos un bosque petrificado. Qué bonita la imagen de árboles convertidos en piedra, parece increíble que la falta de oxígeno y la presión de capas de arena y rocas consiga que la madera parezca tallada en piedra. Unos kilómetros después, acompañados por varias personas que hacían autoestop y nos enseñaron algo más de las costumbres locales, llegamos a Twyfelfontein. Esta zona alberga petroglifos de hace unos cinco mil años hechos por los bosquimanos, una tribu nómada que habitaba estos lares.

Logísticamente todo estaba saliendo bien, según lo planeado, hasta que tuvimos problemas no con uno sino con los dos coches alquilados. Uno de ellos no soportó el paso sobre una piedra del tamaño de un melón y tuvimos que circular con la frágil rueda de repuesto por una pista de grava hasta que, por suerte, en medio de este casi desierto, de un asentamiento que ni aparecía en los mapas surgió un señor con un martillo que nos arregló la llanta y la rueda. Al otro coche, al que no le funcionaba bien el aire acondicionado, dejó de funcionarle el embrague. Estupendo, en medio de ninguna parte, lejos de todo. Os ahorro los detalles de la agria discusión con la compañía de alquiler de coches, pero se comprometieron a traernos un coche esa misma noche al pueblo en el que habíamos dormido y al que nos tocó volver a trancas y barrancas.

Teníamos coche nuevo pero, en contra de lo planeado, no íbamos a ver la Costa de los Esqueletos, no podíamos recorrerla por el tiempo que habíamos perdido con las dos averías. En vez de llorar, nos fuimos a Swakopmund, atravesando un desierto de color ocre lleno de espejismos y desviándonos para pasar antes por Cape Cross, el hediondo paraíso de las focas con orejas. En Swakopmund, un pueblecito con aire alemán (Namibia fue colonia germana), nos tomamos un par de días de descanso de coche y nos permitimos algunos lujos como comer pescado, hacer una colada de verdad o sobrevolar el desierto en avioneta. De esto último, lo más impresionante es ver la inmensidad del desierto, los interminables kilómetros de dunas de arena roja del Namib y cómo las ciudades (Walvis Bay y Swakopmund) parecen una maqueta que un niño ha puesto en la playa, ciudades al borde del mar cuyo trazado termina abruptamente y quedan rodeadas por arena y más arena. Excepto por la parte del mar, se entiende.

Por si no habíamos tenido suficiente desierto, nos adentramos por la parte norte del Parque Nacional Namib-Naukluft (impresionante paisaje de llanura con una corona de montañas, sembrada de rocas y algún arbusto espinoso, donde sobreviven avestruces y antílopes) para llegar a Solitaire, un lugar que no hace honor a su nombre: es aún más pequeño y desangelado de lo que habíamos imaginado. No vinimos aquí a disfrutar de su vida nocturna, sino porque está a las puertas de Sesriem, donde se encuentran las lagunas secas y las dunas más impresionantes (y accesibles) del Namib. Entramos por la tarde, para aprovechar las horas de menos calor y la luz del atardecer, lo que se reveló como demasiado poco tiempo para disfrutar y visitar con calma Sossusvlei y Deadvlei, lagunas que cuando están secas (es decir, la mayor parte del tiempo) relucen blancas al pie de las enormes dunas rojizas. Cuando volvamos a Namibia, porque volveremos, explorar con más tiempo estos dos «vlei» y subir a «Big Daddy», la duna más alta, está en los primeros puestos de nuestra lista.

Itziar Marcotegui

Su primer gran viaje fue recorrer África de sur a norte, en transporte público, durante un año (entre 2010 y 2011). Parece que le gustó la experiencia y cada año pasa varios meses fuera de casa descubriendo el mundo.

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animales, avioneta, parques naturales, repaso rápido, shit happens

0 comentarios de “Un desierto lleno de gente”

  1. begotxu dice:
    31 agosto, 2010 a las 07:22

    Africanos!! Que ya estamos de vuelta a las tareas habituales. Igual vosotros no notais la diferencia pero mañana es 1 de septiembre y toca currar. ¿Cambia o no cambia el cuento? Lo buenississssimo de eso es que habra mayor conexion al internete (al menos por mi parte) y, por lo tanto, mayor seguimiento de vuestras peripecias. Ya me he puesto al Namibia…digo al dia.
    Un besazo enorme con sabor a vainilla… Graciassss!!!

    Respuesta
  2. Angel (Benicasssim) dice:
    1 septiembre, 2010 a las 08:18

    Estoy impresionado por lo que contais. Los animalitos…..,las dunas….., me encantaría estar ahí. Os seguimos leyendo .ahora en Benicassim nos llega ya la tranquilidad ,menos mal!.
    Mucha suerte y seguid disfrutando

    Respuesta
  3. Andrés dice:
    20 septiembre, 2010 a las 18:41

    Hola pareja, os envío un fuerte abrazo.

    Ya veo los problemas que se os presentaron para entaren Angola……

    Andrés

    Respuesta

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