¿Te preguntas si emprender tu gran viaje solo o acompañado? Sea cual sea tu respuesta, hay otras opciones para no «estar solo» cuando recorres el mundo y que pueden ser compatibles con tu opción elegida. Así es: viajar con amigos o familiares a lo largo de unos días o semanas de tu gran viaje es una opción que muchos consideran. ¿Por qué no hacer partícipes de tu aventura a tus padres -si son un poco aventureros- o a tus amigos -que tantas veces te han dicho que les apetecería viajar contigo por el mundo, aunque fuera solo una semana o dos-?
En nuestro libro Cómo preparar un gran viaje, analizamos los pros y los contras de viajar acompañado y de hacerlo solo, pero en esta entrada reflexionamos sobre 7 aspectos que creemos que debes tener en cuenta antes de decidirte a compartir un tramo del viaje con esa gente a la que sabes que tanta ilusión le haría.
Es importante decir que cada viajero, cada persona, cada familia o cada amigo es un mundo, y que generalizar es muy difícil y peligroso. Si quien tienes pensado que te acompañe en tu gran viaje es tu colega viajero de toda la vida o gente con la que sabes que puedes tener mucha paciencia y flexibilidad, algunas de las siguientes reflexiones ya las habrás tenido en cuenta. Si, por el contrario, estás pensando en plantear compartir este viaje a gente con la que normalmente no viajas pero con la que te llevas muy bien, o no tienes claro por qué es diferente un viaje de fin de semana con amigos que tu gran viaje en el que vendrán a verte temporalmente, sigue leyendo.
Cosas a tener en cuenta al viajar acompañado temporalmente
- Ten en cuenta que cuando recibas la visita de tus amigos o familiares, es posible que tú ya lleves unas semanas o meses en ruta, con tus ritmos y rutinas, sin tener que adaptarte a nadie. De repente, meter «elementos externos» puede cambiar totalmente esta dinámica: tus familiares o amigos (o quien sea que venga), seguramente lo hagan en sus vacaciones y, muy probablemente, con ganas de hacer muchas cosas contigo, ver mucho, experimentar a tope… cosa que igual en ese momento del viaje no quieras: a medida que avanzas en tu gran viaje te darás cuenta de que entras en un estado zen viajero de tranquilidad, sin prisas, poca actividad, relajada, disfrutando de hacer pocas cosas pero bien hechas… un modo «carpe diem» que puede chocar con el de tus visitantes.
- Como decíamos en la anterior reflexión, los que se unan a tu viaje seguramente vengan con ganas de «darlo todo», de divertirse, de pasarlo bien y, sobre todo, de darse caprichos que en su día a día no se dan. «Para algo estamos de vacaciones» o «hemos ahorrado todo el año para este momento» te dirán, cuando quieran lanzarse en parapente, hacer rafting e ir a restaurantes de 30 euros todas las noches. Seguramente tú manejes otro presupuesto más comedido y vas a tener mucha presión para participar en estas actividades. «Pero tío, ¿cómo no vamos a alquilar un coche una semana e irnos a nuestra bola?» te dirán sin pensar que con lo que te supone a ti ese gasto podrías, quizá, viajar durante una semana completa. El mismo dinero tiene un valor muy diferente para unos y otros.
- A consecuencia de las diferencias de presupuesto, seguro que muchas veces también querrán invitarte o cubrir entre ellos el coste que supone para ti darte un capricho que tal vez no te darías de otra manera: solo tú puedes decidir qué hacer en ese caso, si aceptas o no, y dónde está el límite de la invitación. Es bastante posible que dejarte invitar a todo todo el rato no vaya contigo (como no va conmigo), acostumbrado como estarás a ser autosuficiente en tu viaje, a ser feliz con lo que tienes, a viajar como viajas porque tú lo has decidido así. Esa constante negociación presupuestaria puede ser un coñazo si las cosas no están claras.
- Sin darte cuenta, mientras llevas a cabo tu gran viaje, aprendes mucho y te haces muy eficiente en todo lo que tiene que ver con el día a día viajero: a orientarte, a elegir el restaurante bueno, a calcular el cambio, a hacer/deshacer la maleta, a calcular distancias, a regatear… Son hábitos y costumbres que es posible que tus visitantes no tengan. Como seguramente quieres que ellos también te ayuden y participen en todo lo relacionado con el viaje, si no eres muy paciente, te costará adaptarte a su ritmo, creándote frustraciones por lo lentos que son para cosas que para ti son fáciles, rápidas y evidentes.
- Por supuesto, viajar acompañado (y esto puede ser uno de los aspectos más complicados y conflictivos) obligará a negociar constantemente. Desde cuándo comer, a dónde hacerlo, dónde dormir, qué ver o no, etc, etc, etc. Cada uno tendrá unas expectativas del viaje, unos criterios, unos mínimos que se manifestarán en cada decisión que haya que tomar. Unos querrán comer cosas locales mientras que otros estarán hartos; unos querrán irse pronto a dormir y otros exprimir cada noche… Y cuantos más amigos (o familiares) vengan, más diferencias y discrepancias pueden surgir. Y surgirán.
- Verás que además, si viajas en grupo, es normal que se imponga una disciplina no pactada de «todos juntos o nadie» para cualquier actividad o decisión, lo que inevitablemente, generará tensiones al obligar a lograr consensos constantemente. Será difícil que gente que no está acostumbrada a viajar sola comprenda que no pasa nada por ir unos a un museo mientras otros se queden en un café, o que unos duerman en un hostal y otros en el hotel caro. Vete preparado para esto.
- Por último, por mucho que creas conocer a tus amigos o familiares, es posible que veas cosas que no te esperabas de ellos. Viajando se enfrenta uno a muchísimas situaciones a las que no lo hacemos en nuestro día a día (no poder comer cuando se tiene hambre por no encontrar cosas que nos gusten, estar expuestos a sobornos, estar cansados y no encontrar alojamiento del agrado de todos, etc.). Carácter agrio, malas contestaciones, egoísmo, tacañería… son cosas que pueden aflorar y sorprenderte.
Entonces ¿digo que sí o que no?
Vista esta lista, quizá pienses que lo mejor sea ir solo y dejarse de problemas. Pero, a la vez, estar acompañado en algún momento por alguien muy querido y hacerle partícipe de ese viaje que tanta ilusión te hace y por el que tanto has luchado, puede ser algo muy bonito.
Por eso, no hay una respuesta única, cerrada, concluyente. Cada cual debe valorar estos aspectos antes de plantear a un familiar o amigo que se una a su gran viaje durante unos días o semanas.
Lo que sí te recomendamos es que quienes te acompañen sean amigos afines a todos los niveles (cultural, económico, experiencia o disposición viajera…) porque no es lo mismo ser un gran amigo en tu ciudad que un buen compañero de viaje.
Y resultará fundamental hablar sin tapujos, con sinceridad y antes de que vengan, sobre todos estos aspectos. Es muy importante que quede muy claro y con antelación qué tipo de viaje estás haciendo y saber si elos están dispuestos a adaptarse; o si te apetece adaptarte tú al viaje que quieren hacer.
Sé consciente de que esa visita tan esperada puede enriquecer tu gran viaje y proporcionar los mejores recuerdos o, por el contrario, puede convertir esas semanas en un suplicio (por no hablar de la cicatriz que puede dejar en vuestra relación).
Totalmente de acuerdo… Aunque yo casi que sí que respondería a la pregunta, si que es mejor viajar solo. Es muy complicado encontrar a alguien afín 100% en todos los niveles, igual no puede gastarse mucho dinero como tu, pero luego tampoco le apetece llevar tu ritmo y al cabo de ver una hora de ciudad ya quiere parar, o al contrario, o a alguien le interesa más el arte y quiere ver tooodos los museos y para ti es tiempo perdido… puff, es que he tenido tantas experiencias que es muy difícil confiar en alguien para viajar y acoplar al 100%
[…] hecho, cuando se viaja en solitario, es habitual compartir tramos del viaje con gente que vas conociendo. Y lo mejor es que vas a tener amigos en todo el planeta, algo con lo que muchos […]