Planificar una ruta es una de las partes más bonitas y ensoñadoras de un viaje, qué duda cabe. Nos imaginamos en lugares míticos, ciudades soñadas, países lejanos y exóticos, siguiendo los pasos de exploradores, y buceamos en mapas buscando rutas e inspiración. Disfrutamos con la planificación, disfrutamos soñando.
Sin embargo, no hay que olvidar una cuestión importante que deberíamos sopesar: los condicionantes éticos que pueda tener dicha ruta. Pienso en los democráticos. O, en realidad, en la ausencia de esos valores democráticos. Las dictaduras, vaya, sean encubiertas o declaradas. Pero podríamos pensar también en aquellos lugares en los que no se respetan los derechos de los niños, se anulan los de las mujeres, se maltrata a los animales, se destruye el medio ambiente…
Cuando pienso en ausencia de democracia pienso en Cuba, en Myanmar o en Corea del Norte. Pero también en Irán, Siria, China, Guinea Ecuatorial… Estos interesantísimos países con regímenes dictatoriales (los llamen como los llamen) reciben anualmente millones de viajeros como si nada sucediera allí. ¿Nos convertimos con nuestra presencia en cómplices de esas dictaduras? ¿Es ético visitar esos países como otros cualesquiera o sería deseable abstenerse, como muestra de rechazo hacia sus gobernantes? En suma, ¿los incluimos en nuestra ruta? Cómo en tantas cuestiones, aquí también hay argumentos bastante sólidos a favor y en contra.
No debemos engañarnos, esos estados dictatoriales se lucran con nuestra presencia: las agencias de turismo gubernamentales, los hoteles participados por el Estado, las compañías de transporte estatales, los visados y los impuestos que se recaudan… todos ingresan divisas con el turismo y alimentan el bolsillo de los gobernantes, cuya reputación corrupta suele estar más que justificada. Y es que no solo nadie los ha elegido para dirigir sus países sino que, además de enriquecerse, se sienten reforzados por los miles de turistas que acuden como si allí no pasara nada. Con esos argumentos parece mejor no ir a esos países por más que nos apetezca. ¿Debemos hacerlo entonces?
Yo creo que sí, que hay que ir. Buscar y saber ver la otra cara de la moneda de nuestra presencia en esos países, la importante en mi opinión. Para empezar, porque el turismo representa para muchos ciudadanos anónimos una de las pocas alternativas para ganarse mejor la vida. Bien empleado, seleccionando bien dónde y cómo lo gastamos, nuestro dinero puede resultar vital para el sector privado: pequeños hoteles, guías locales, restaurantes familiares, artesanos tradicionales, humildes tiendecitas de recuerdos… Muchas familias podrían salir adelante cada mes un poquito mejor con nuestra presencia si gastamos nuestro dinero en sus productos y servicios.
Así es, el viajero independiente, como todo consumidor, tiene en su mano el poner ese granito de arena para mejorar la situación. Pero no solo eso: la gente corriente, el pueblo, está deseando que estemos allí, visitándolos, hablando, conociéndolos, conociéndonos: estando la libertad de información totalmente censurada es posible que solo sepan del exterior por lo que salga de nuestras bocas, sin coacciones ni tapujos. Somos una ventana abierta al mundo exterior.
Pero además hay otros argumentos a favor de viajar allí. Cuanto menos aislado esté un país menos probables serán los abusos contra los derechos humanos: somos testigos temporales de lo que allí pasa y eso provoca pavor a los gobernantes. En el fondo, si por ellos fuera, no nos dejarían entrar pero es que aman demasiado nuestro dinero. Y una vez de vuelta, habiendo visto las condiciones de vida de la gente del país, será la conciencia de cada viajero la que determine cómo actuar. El simple hecho de compartir nuestra experiencia servirá para que amigos, familia y conocidos escuchen de primera mano lo que se está viviendo en esos países. Pero podremos ir más allá si creemos que la gente de ese país merece unas mejores condiciones, podemos por ejemplo colaborar con asociaciones y organizaciones que luchan día a día por ello, por hacer del mundo un lugar mejor para vivir.
En resumen: a mí me duele pensar que algo de mi dinero puede sufragar a dictadores, pero más aún que absurdos boicots acaben perjudicando a quien menos lo merece: el pueblo. Yo voy. ¿Y tú?
Si quieres puedes leer este artículo en francés, gracias a la traducción hecha por @MemolaMafalda
Muy interesante reflexión Pablo. Yo haría hincapié en una cosa que comentas: con nuestra presencia como viajeros independientes hacemos de observadores internacionales informales. A nuestra vuelta podemos explicar cómo es el día a día de la gente de los países que visitamos y nos salimos de los circuitos de información masiva que no necesariamente, por estar en un país democrático, son objetivos o justos con los países menos democráticos. Pongo por ejemplo Irán. Todos los que han viajado por allí hablan de una realidad social y cultural que es casi diametralmente opuesta a la que se percibe en Europa, y lo clasifican como uno de los mejores países en los que han viajado.
Estoy deacuerdo con ambos… yo voy y añado ¿no vivimos ya en un país o unión de países con un concepto de la democracia estropeada? Algo como una dictadura encubierta? Otra visión errónea de la realidad?… y estoy.
Tienes toda la razon, hay que seguir visitando paises con dictadura, imaginate como pagaria sus viajes de safari el REY DE ESPAÑA y la familia real que ha vivido eternamente a costa del pueblo español o como financiaria las guerras en medio oriente el pentagono y las grandes corporaciones ~ SIONISTAS que hoy mata niños y niñas inocentes. Que ironía no? hablar de dictadura? Quien eligio al presidente Italiano? Valla que ese turismo si hay que apoyarlo.
Muy interesante el artículo, con el que estoy de acuerdo.
Sobre el tema de los viajes éticos me gustaría añadir lo siguiente:
cuando viajamos a países con democracias consolidadas también tengo dilemas éticos, especialmente en la restauración, alojamiento y comercios: si gastamos en estos sitios que pertenecen a grandes cadenas o multinacionales nuestro dinero principalmente va a parar a sus manos, sin generar riqueza local. Esto a veces me ha sido inevitable, sobretodo en países caros, donde el recurso más barato para comer es en «fastfoods» de grandes cadenas
Suelo reflexionarme muchas cosas pero jamás se me había ocurrido esta. De los países que menciones he estado en China y si… todo está un poco encubierto.
Además me atreví a entrar en Transnistria otro régimen curioso y peligroso. Creo que toda experiencia es buena, hay que salir a la aventura si el cuerpo lo pide, eso sí, hay que tener en cuenta »como se fomenta al régimen».
Jesús Martínez
Vero4travel