A África de cabo a rabo le gusta el desierto. Le gusta ver la inmensidad de sus dunas, oír el silencio, oler el viento, sentir cómo escurre la arena entre los dedos, paladear la sensación de soledad y libertad.
Allá que nos fuimos, al corazón de Mauritania para sumergirnos de lleno en el desierto del Sáhara, entre dunas de color cambiante con la luz del sol. Y descubrimos que el desierto está lleno de vida y no solo en los oasis.
Arantza se animó a venir con nosotros, a subirse en un camello y recorrer los kilómetros que separan Chinguetti del oasis de Lagueila.